Los buscadores abren caminos (porque lo sintético no es lo mismo que lo sincrético)
- Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
- 9 nov 2024
- 6 Min. de lectura
9 noviembre, 2024
Cuando tenía 15 años, vino el profeta y me dijo, ¡cuando tengas 30, ya deberás de haber encontrado algo!, y eso me dio un poco de miedo. Y luego llegaron los 30’s, y por dicha vino el poeta, quién me dijo: ¡los buscadores abren caminos!, y eso me devolvió la paz.
Porque hoy, en mis tempranos 40’s se que, con mis búsquedas continuas, propias de quién se siente un explorador de la vida, un aprendiz eterno, he podido trazar algunos puentes, y aunque muchas veces parecen todavía un poco rudimentarios, sé también que luego vendrán otros buscadores detrás de mí, que los ampliarán y mejorarán. ¿Y cómo lo se con tanta certeza? Muy sencillo, porque yo mismo estoy buscando, siguiendo la huella de otros buscadores que vinieron antes que yo.
Y es que hay una Verdad que no olvido jamás. Esta me la enseñó uno de mis guías espirituales, y nunca olvido que lo hizo en comunidad. Y es que para un tiempo de navidad nos dijo a los que estábamos en esa misa, “noten como los Reyes magos primero salieron a caminar, en busca del Salvador, y solo después de andar se les apareció la Estrella que los guio, y no antes”. Confieso que al llegar a mi casa tuve que ir a la Biblia a leer el pasaje para cerciorarme de que era cierto lo que escuché, y aún hoy, a veces espero a la Estrella para caminar, pero ese día aprendí que, si no salgo al encuentro en el camino, su brillo no aparecerá. Y por eso, pretendo, con este blog y con mi vida, iluminar un poco, para que puedas tomar decisiones con propósito.
Al final, aún y cuando en mi país la navidad, como escribió la educadora, es un verano que se viste de invierno, siempre nace el Niño, tanto en verano como en invierno.
Y bueno, quizás es por eso que hoy les quiero poner al centro una de mis búsquedas más recientes, que a su vez reconozco que es quizás de las búsquedas más antiguas. Me refiero a la pregunta que nos hace el neurocientífico sobre el contorno de lo humano, es una inquietud que me parece más vigente que nunca, hoy que vivimos una época de posthumanismo, de la era de la inteligencia artificial, que para algunos podría ser la antesala de lo trans-humano. Aquí es cuando cabe más que nunca la pregunta: ¿qué significa ser humano?
Y es que, ¿qué puede haber más humano que la búsqueda de un Algo que llene nuestro vacío existencial? y que le dé sentido a nuestra vida, incluso a pesar del dolor y sufrimiento, como lo explicaba el existencialista. Pero ¿Qué forma revelada podrá tener en nuestros tiempos esa Fuente Infinita de la que hablaba el filósofo, que sacie nuestra sed de Infinito, aún en medio de nuestra existencia finita? Cuando recuerdo que él fue también el que dijo “Ama y haz lo que quieras”, se me pasa, al menos un poco…
Pero volvamos a lo de la Fuente Infinita, a ese Misterio al cuál antes la respuesta parecía muy sólida, se nos era dada, casi diría impuesta en algunos casos. Pero en la posmodernidad líquida que tan bien nos explicó el sociólogo que es en la que vivimos, lo que parecía simple desde la superficie, se vuelve complejo de transitar cuando nos adentramos a las profundidades del Ser.
Pero entonces me pregunto, ¿qué significa ser creyente en estos tiempos? ¿será que nuestro mundo también apunta hacía lo trans-religioso?
Pues creo que ya lo explica bien el teólogo de nuestros tiempos, lo sincrético no es lo mismo que lo sintético. Porque mientras la primera mezcla sin integrar, vistiendo de simple lo que en realidad es muy complejo, lo segundo logra integrar lo mejor de cada parte, en una armonía simple, que es simple justamente porque primero se da la oportunidad de transitar por lo complejo.
Este teólogo fue al mismo que le escuché por primera vez aquello de que a veces somos una ola, y a veces somos esa ola pero que se funde con el mar. Es decir, a veces somos ola y a veces somos mar. Y hoy me dijo que también somos río, y en cuánto río tenemos nombre y agua propia (una tradición), y que solo si nos atrevemos a seguir nuestro cauce, con sus momentos de aguas cristalinas y calmas, y sus momentos de aguas tormentosas y rápidas, solo luego podremos, fundir nuestra agua con el mar, y ahí sí que perderemos nuestro nombre, pero nuestra agua será lo que siempre ha sido.
Pero eso me resulta algo confuso aún, he de confesarlo, y entonces recurro al místico, quizás porqué tengo claro que él trascendió, y sus palabras simples llenan de sentido la incertidumbre y confusión, cuando dice que: en el atardecer de la vida, seremos juzgados en el amor.
Entonces me queda claro el material de los puentes que quiero construir, si quiero que sean verdaderos, han de ser construidos siendo amado por y amando al Amor. Y ¿cómo saber que esos puentes no se caerán? Porque algo tengo claro, estos caminos que se me abren ya muchos otros los han transitado, perdonen si reitero en esta idea. Pero es que la historia está llena de buscadores que abrieron caminos. Y eso me hace solo un heredero de una nueva tradición, tan nueva y antigua como la humanidad, desde que el ser humano se supo humano.
Son tantos que a veces me pregunto si valdrá la pena nombrar solo uno. Pero la respuesta la tengo muy clara, porque en el santo que solo quiso ser hombre, encuentro siempre unas huellas de sentido que me dan señales de por donde caminar. En su vida de paz, bien y santa alegría, de contemplación de la Naturaleza, de contradicciones y cambios de opiniones, de encuentro fraterno y universal, aun en medio de tantas leyendas construidas a su alrededor, me quedo con el hombre, ese que supo vivir su humanidad.
Pero quiero volver a mi presente con una preocupación extra que me inquieta, como educador que soy, no paro de defraudarme cuando el sistema educativo quiere sacar de las aulas y la política de las calles, a la filosofía, al arte, la historia, la música, la cultura, la ética y la estética. Pero yo me pregunto, ¿qué sería de la humanidad sin la Belleza que nos dan estas “disciplinas”, que son nuestra cultura? Y de nuevo recuerdo que por eso (entre otras cosas) vivimos en una sociedad post-humana. Y entonces, ¿si nos proponemos volver a ser humanos?, o será que ¿podríamos dejar de ser lo siempre hemos sido?, ¿Y qué camino podemos tomar?, pues eso, querido lector, le toca a usted buscarlo, porque el buscador abre caminos.
Voy concluyendo con esta inquietud que hoy me envuelve: ¿Será que mis hijos o nietos atravesarán por el día en que el humano dejé de ser humano y pasé a ser un algo diferente, otra raza, ya no la humana, sino la trans-humana? Parece ciencia ficción, como tantas cosas lo parecían hace 25 o 30 años, y hoy son cada vez más parte de nuestra cotidianidad y nueva realidad.
Yo por el momento ni creo ni dejo de creer. En esto y en tantas otras cosas, me declaro un creyente, solo que uno que ya no tiene tan claro en qué cree. Pero en esta incertidumbre que nos caracteriza como sociedad y como personas, tengo una certeza, y es que deseo abrirme al Misterio de manera confiada, porque Dios siempre ha sido fiel. En lo bueno y en lo malo, al final la Estrella siempre me ha guiado. Y (al menos de momento), eso me basta.
No tengo muy claro por donde está soplando hoy el Espíritu que nos ayuda a interpretar los signos de los tiempos, y no pretendo decir que lo que digo tenga que ser. Pero, quizás si aprendemos a ser espiritualidad en libertad, esta pueda trascender, incluso el contorno de lo que a hoy le llamamos humano. Solo el tiempo lo dirá…
Por el momento me despido como me saludaban siempre por escrito las cartas del colegio en que crecí.
¡Paz y bien!
Mauricio J. Navarro Bulgarelli
(Mauja Nabu)

Imagen creada con IA
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