Las palabras son tal vez mi última certeza…
- Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
- 31 may
- 4 Min. de lectura
31 de mayo, 2025
Mauja Nabu
En esta etapa de mi vida ya no me da vergüenza reconocer el que en no pocas ocasiones me he perdido en y por las palabras. Sobretodo me he perdido por aquellas que solo sirven para enmascarar las “falsas verdades”, esas que hoy en día pulululan por todo lado.
Pero es igual de cierto lo anterior como la bella frase que reza: para poder encontrarse es necesario primero haberse perdido…
Porque ahora veo con cierta claridad el cómo llega un momento en la vida adónde a uno se le caen las certezas, no estoy seguro que a todo el mundo le pase, pero se que a mí me pasó. Y es justamente en este año en particular, en que la muerte (esa otra certeza de la que no podemos escapar) ha estado conviviendo tan cerca de mí y de los míos, que vuelvo a recordar que, de manera misteriosa, ella también le da un nuevo sentido a la vida, además de transformarla…
Y es en medio de todas las palabras, las falsas, las sinsentido, las profundas y las superficiales, que, de maneras casi siempre misteriosas, saltan a la vista aquellas palabras verdaderas, aquellas que iluminan, que dan vida, Vida y trascendencia.
Quizás de las pocas certezas que aún me quedan es esta: soy de las palabras y las palabras son mías. Y si te preguntas, querido amigo(a) lector(a), cómo estoy tan seguro de esto, te digo que mi seguridad viene de entender que las palabras son universales, y en tanto universales, son también mías, en tanto eternas, soy también yo en ellas.
Pero quisiera apuntar no a cualquier palabra, sino a aquellas que son Luz, que lo son porque apuntan a la Palabra, porque no saben otra cosa que decirLa, porque solo viven en el intento eterno de nombrar lo Innombrable, y así es como explican lo que nadie sabe con plenitud, pero en el fondo, todos sabemos que es nuestra última certeza…
Por eso hoy te pido, Señor, que no me pierda en las palabras, ni en las de críticas, ni en las de alabanzas. Ni en las absolutistas ni en las relativistas. Ni en las impensadas, ni tampoco en las malintencionadas. Y que si me vuelvo a perder en ellas (que de seguro me volverá a pasar), sea solo para que en medio de ellas salgas a mi encuentro, Oh Palabra, Misterio, Luz, Mar adentro y Mar Profundo, Amor de mis amores. Porque es ahí, cuando todo está más oscuro, y me siento perdido, cuando te veo en la Luz, y al encontrarTe me encuentro, y en encontrarme sales a mi encuentro.
Hoy doy gracias a la Vida por la vida. Y es hoy que un querido tío me regaló unas de esas palabras, y es tanto mi agradecimiento por ello que mi corazón no puede más que regalartelo a tí, querido lector, querida lectora. Para que juntos(as) podamos gozarnos en la Belleza de las palabras que pasan la prueba del tiempo, lo que quizás sea otra certeza que nos hace entender el como son entonces verdaderas.
Es en ellas que sales a mi encuentro, por medio del encuentro con los míos, los del día a día, los de vez en cuando y los que la Vida me permite verlos de frente, aunque sea por breves instantes, y se convierten en mi prójimo, esos que son mi más próximo, concreto y en momentos determinados, y me ayudan a concretizar entonces causas en personas con nombres y apellidos, reales, humanas, esas que dan sentido a lo abstracto de las palabras ideales, idealizadas e idealizantes.
Hoy, hago mías estas palabras irlandesas escritas en el espíritu de San Patricio hace siglos. Hago mía esta oración porque en cuanto universal, la recibo con mucho cariño de la persona que me la regaló, y con igual cariño, te la doy a vos, apreciado(a) lector(a), para que sigamos recibiendo juntos y juntas esta bendición milenaria, eterna y presente. Solo me resta decir AMEN
«Que el camino salga a tu encuentro.
Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos.
Y hasta que volvamos a encontrar, que Dios te sostenga suavemente sobre la palma de su mano.
Recuerda siempre olvidar las cosas que te entristecieron,
pero nunca olvides recordar aquellos que te alegraron.
Recuerda siempre olvidar a los amigos que resultaron falsos,
pero nunca olvides recordar a aquellos que permanecieron fieles.
Recuerda siempre olvidar los problemas que ya pasaron,
pero nunca olvides recordar las bendiciones de cada día.
Que siempre tengas palabras cálidas en un anochecer de luna llena en una noche oscura,
y que el camino siempre se abra a tu puerta.
Que el Señor te guarde en la palma de su mano, y no apriete mucho su puño.
Que Dios esté contigo y te bendiga, que veas a los hijos de tus hijos,
que el infortunio te sea breve y te deje rico en bendiciones».
Atribuida a San Patricio de Irlanda (siglo V).
Y como corolario, un fragmento de un bello poema del buen Olaizola:
(…)
Se convirtió en mar
en el que nos zambullíamos
para recobrar la pasión primera.
(…)
Se convirtió en canción,
y a veces sonaba muy dentro
reavivando memorias y proyectos.
Se convirtió en misterio,
una pregunta eterna
que nos libera para siempre
de la prisión de las certezas.
(José María R. Olaizola, SJ)

En tu natalicio, celebramos la luz que proyectas con tus palabras. Gracias Mauricio, por recordarnos que aún existen palabras que abrazan, que iluminan, y que nos encuentran en medio de la oscuridad.
Y con la frase “Que el camino salga a tu encuentro,” te agradezco por salir a nuestro encuentro con tanta honestidad y belleza. Bendiciones hoy y siempre!