Las noches oscuras
- Victor Mora Mesén
- 2 abr
- 5 Min. de lectura
Las noches oscuras
01 abril, 2025
Obra póstuma: creada con extractos de diálogos que mantuve con Fray Victor Ml Mora, todas las palabras aquí escritas son de él, aunque pertenecen a conversaciones y fechas diferentes.
Sí, el término "experiencia fundante" se usa desde hace mucho en teología espiritual. Pero lo importante es describir lo que ha significado. Es una experiencia irrepetible, pero que se tiene que actualizar siempre y es la base de la fidelidad en la búsqueda de Dios. No encuentro otra manera de decirlo, porque son muchas las cosas que nos pueden desanimar en el camino de fe: la pérdida de confianza en los otros, el dolor por una pérdida significativa o simplemente nuestra insuficiencia. No todo es lindo en la vida y es necesario reponerse en los momentos difíciles. Lo que San Juan de la Cruz llamaba la noche oscura del alma, donde parece no haber avance, ni satisfacción, ni sentido para mantenerse en la fe. Y, sin embargo, aquella experiencia primera, de la cual somos conscientes, sigue empujando el empeño y la esperanza.
Hoy existe la tendencia a diferenciar la religión de lo espiritual, pero todo es cuestión de perspectiva, porque depende de la definición de religión. A veces lo que se quiere es distinguir las estructuras formales (instituciones como iglesias, credos, dogmas, etc.) de la vivencia personal. Pero en realidad estas cosas no están separadas, porque la experiencia de Dios se realiza en la complejidad de la vida humana, en medio de instituciones. ritos, creencias, ideologías, herencias y hasta frustraciones. La espiritualidad no es más que la concreción histórica, personalmente asumida, de la experiencia de Dios. Por eso, incluye tanto los aspectos emocionales como los racionales o intelectivos. A veces las realidades humanas vinculadas con la espiritualidad entran en contradicción entre sí, es entonces cuando surge la noche oscura, cuando la necesidad de armonía se pierde y sube la duda. Sí, la noche oscura es cuando sobreviene la tentación de relativizar la experiencia fundante de la fe, pero por motivos tan objetivos que solo resta vivir en la esperanza. Ese es el momento radical de la experiencia religiosa: cuando el alma anhela la consolación de Dios y este parece ausente, lejano y, prácticamente, inexistente.
Confesé como tres horas y me alegró poder ayudar a sentir a otros que Dios es misericordia. Y, por otra parte, si algo tengo es que leo la Biblia como ha sido escrita y descubro un Dios muy diferente al de tantos que se creen santos, pero que solo condenan y excluyen. Soy crítico con la Iglesia, pero soporto mi noche oscura (que ya tienen varios años) recordando aquella vez en la que Dios me condujo, con insistencia, que fuera a los franciscanos. Acabo de cumplir 31 años de sacerdocio, no me lamento de lo vivido.
Pero de eso estamos hechos los hombres, de incoherencias. Ruego a Dios que me ayude a no caer en la trampa del clericalismo y que me ayude a ser testigo humilde de su evangelio. Porque si algo tengo claro, es que el clero es minoría.
Cierto y es allí donde entra la dimensión mística de la fe. Nosotros no podemos cambiar a la Iglesia, es Dios quien la cambia por caminos que a veces parecen imposibles. Como un grupo de desarrapados hijos de burgueses que decidieron servir a los leprosos y vivir según el evangelio, allá en Asís. No sabemos la fuerza de lo que tiene lo que hacemos, porque en el misterio de las cosas está Dios, quien desde el odio que representa la cruz y los clavos, sigue invitando a tener esperanza. Es cierto que vivir en esa dimensión requiere mucha fe, que Francisco también tuvo problemas para mantener. Así como Jesús, Francisco tuvo su Getsemaní y lo tenemos nosotros.
San Juan de la Cruz, hablando de los procesos del espíritu humano, se refería a la noche oscura como un momento de gran tensión. Su famoso poema empieza con una frase enigmática “En una noche oscura, /con ansias en amores inflamada”. Tener ansia de amores significa muchas cosas, es una metáfora llena de sentimiento que señala las tormentas de la vida, las dificultades experimentadas y, sobre todo, las desilusiones que se abren paso con la negación sistemática del amor que parece reinar por doquier. No es solo una noche la que nos puede atormentar, son muchas, nacidas de situaciones, personas e inconsistencias personales concretas e históricas.
Son noches oscuras porque parecen que las estrellas han huido ante el embate de la violencia real o simbólica. En medio de esas oscuridades,añoramos los tiempos mejores, pero sabemos que no retornarán porque todos hemos cambiado y el contexto humano en el que nos movemos no es el mismo. Y ese, tal vez, sea el motivo del porqué las noches se vuelven más tenebrosas.
Sí, enfrentar las noches de espanto solo se puede hacer cuando llegamos a una seguridad, que no puede ser notada por aquellos que quieren destruir nuestra sed de una tierra nueva. Se trata de un proceso de ascensión del espíritu, como una escala secreta, porque es íntima e irrepetible, que nos permite experimentar un encuentro, un sentido nuevo, una amistad, un sueño compartido en la clandestinidad, pero que ofrece nuevos bríos y coraje. Sí, entonces se sale a la noche poblada de peligros sin ser notado, porque ¿quién espera que los derrotados se levanten de sus tumbas hechizas por manos cobardes? Nadie, como nadie esperaba aquella noche del “paso de Dios por Egipto”, donde en medio de la muerte producida por el imperio que destruía a sus propios hijos en la arrogancia del poder, un pueblo de esclavos celebraba su liberación. Así, salió Israel, deprisa, a encontrar el futuro de su libertad. Así, la salida furtiva en la noche acecha al enemigo que la produjo y que se sentía protegido por sus sombras.
Claro está, salir en la noche no significa que se tenga certeza de lo que se va a encontrar. Estar en tinieblas no es el clarear del día, ni la realización de las más ilusionadas utopías. La noche no deja de ser un momento sin horizonte cierto. Así, en medio de nuestras noches oscuras, en el fondo reconocemos nuestra insuficiencia, nuestras limitaciones más radicales y nuestras pobrezas irremediables. Así como en medio de la crisis que supone la noche, nadie tiene las cosas claras ni los caminos ciertos, el no perder la esperanza nos permite descubrir el fuego interior de nuestra pasión por vivir y por construir humanidad. Ninguna noche nos puede arrebatar ese profundo deseo.
Es en la noche donde nos encontramos desnudos ante el misterio de la existencia, para redescubrir las posibilidades que tenemos. Y, aunque parezcan insignificantes, ese amor fulgurante que podemos experimentar en lo profundo, nos permite ver que el pequeño bien que tenemos puede ser el fuego que comience a incendiar el mundo con una nueva esperanza.
!Descansa en paz Fray! Ya hiciste tu parte...

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