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Francisco, calma mi lobo interior.

  • Foto del escritor: Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
    Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
  • 4 oct 2022
  • 3 Min. de lectura

4 octubre, 2022


Dicen que calmaste al lobo.

Quizás solo miraste con una mirada diferente a aquel hombre, y en tu mirada se sintió amado, y no juzgado, en tu mirada encontró Su Misericordia.


Dicen que en la celda de la cárcel te encontraste contigo mismo.

Quizás solo viviste la experiencia humana de la soledad, esa que nos hace pasar la noche oscura para encontrarnos en el fondo con lo que somos en nuestro interior.


Dicen que el Cristo de San Damián te hizo el llamado de reparar la iglesia.

Quizás eso intenta aún hoy el Papa Francisco y muchos hombres y mujeres de paz, bien y santa alegría que aun en ella se pueden encontrar, a pesar de tanto y de tantos…


Dicen que en los leprosos encontraste a tu prójimo.

Quizás solo tuviste la valentía de acercarte a los necesitados de tu tiempo, y este encuentro hizo que los convirtieras en tu prójimo.


Dicen que andabas por los pueblos predicando y solo si era necesario usabas las palabras.

Quizás esto es lo que más nos cuesta imitar de tu inspirador ejemplo de vida.


Dicen que te casaste con la pobreza.

Quizás solo encontraste en el evangelio una invitación a vivir humilde, sencillo, austero y agradecido, dedicando tu tiempo y recursos a la caridad, a los hermanos y a los pobres.


Dicen que amaste a Clara como una amiga, y a María como una Madre.

Quizás solo entendiste que no hay iglesia sin mujeres, que no hay hijos sin madres, que no hay hombres sin mujeres, que no hay hermanos sin hermanas. Quizás solo intentaste darles a las mujeres el lugar que siempre han merecido, atreviéndote a ir un poco más allá de tu época, según tus propias posibilidades y las de tu época.


Dicen que aceptaste a Antonio en tu orden de mendicantes porque “vendría bien escuchar misa diaria.”

Quizás solo fuiste un hombre que se equivocaba en sus juicios, como todos lo hacemos, pero que te permitías abrirte a nuevas posibilidades porque sabías que no tenías todas las respuestas, y en esa radicaba tu gran humildad, tu gran humanidad.


Dicen que le hablabas al hermano sol y a la hermana luna.

Quizás solo encontraste en la Madre Naturaleza la ternura que el Creador tiene con sus creaturas, en la Tierra a una Madre, de la cual todos somos hijos creados y protegidos por ella, a la vez que estamos llamados a amarla con amor agradecido, y por ello respetarla y protegerla.


Dicen que le predicaste a los pájaros.

Quizás solo entendiste que la Buena Noticia encuentra entre los pobres a sus predilectos, y es en la sencillez que encontramos las alas de la verdadera Libertad.


Dicen que compusiste el Cántico Laudato Si cuando ya habías perdido la vista.

Quizás de tu interior brotó la belleza del arte creador, como brota de todo ser humano que responde a esas vocaciones, a esas intuiciones que solo pueden venir de lo más profundo del ser, y que nos hacen a todos y todas cocreadores y cocreadoras de la Belleza, en todas las expresiones artísticas que existen.


Dicen que te encontraste con el Sultán.

Quizás solo intuiste que la Fraternidad Universal es posible y a eso están llamadas todas las religiones.


Dicen que inventaste el Portal de Navidad.

Quizás tuviste un corazón humano, tan humano que dejo espacio dentro de el para el nacimiento de la Vida, y de ahí broto la esperanza que predicaste con tu vida.


Dicen que en tu lecho de muerte pediste un capricho de comer.

Quizás solo fuiste un hombre que entendió que en los placeres de la vida también se puede encontrar gozo.


Dicen que eres el santo más extraordinario.

Quizás solo quisiste ser un hombre que se tomaba en serio al Jesús de los evangelios, según lo entendías en tu propia época.


Dicen que eres un Seráfico Padre.

Quizás solo fuiste un hijo de tu época, que supiste vivir una vida trascendente y fecunda, y tu vida de hecho sigue dando frutos aún hoy, 800 años después.


Dicen que inspiraste la Oración por la Paz en tiempos de las guerras mundiales.

Quizás tu espíritu sigue presente entre nosotros, porque tu Dios fue el Dios de Jesús, y es el mismo Dios al que podemos acudir aun hoy en nuestra interioridad, esa a la que algunos llaman hoy Silencio, Misterio, Fuente, y otros llaman el Espíritu Santo.


Dicen que tuviste en tu vida paciencia franciscana.

Quizás solo cultivaste tu interioridad, y por ello encontraste la Paz y pudiste calmar a tu lobo interior, ese que todos y todas llevamos por dentro.


Francisco, calma mi lobo interior.



Foto de Asís.





2 commenti


mario.navarro.cr
mario.navarro.cr
04 ott 2022

Mauricio toda una oración a la que deberíamos llegar cada día, excelente para compartirlo, gracias por tenernos presente

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Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
17 giu 2024
Risposta a

Amen! Así es. Con todo gusto y gracias a toda mi familia por ser parte de mi historia de quién soy

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