De tu mano
- Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
- 8 nov 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 oct 2022
07 de noviembre, 2021
Hace año y medio te encontré, y contigo me reencontré. Siempre te soñé, aunque por un tiempo pensé haberlo olvidado, pero al verte me encontré...
Pensaba que sabía correr, pero me enseñaste a gatear, a caerme, a caminar despacio mientras me tomas de la mano. El mundo se ve mucho mejor así. Cada paso parece importar. De hecho, me enseñaste que cada pequeño paso cuenta.
Pensaba que sabía muchas cosas de la vida, pero contigo me he dado cuenta de que es poco lo que en verdad se. ¡Pero me encanta la idea de aprender cada día algo nuevo agarrado de tu mano!
Tu capacidad de asombro por las cosas más pequeñas (y bellas) de la vida, me recordaron que verdaderamente cada día es un milagro. Y contigo cada día es de agradecer, porque juntos y paso a paso se sigue forjando este milagro, un día a la vez...
Cuando imitas algo inmediatamente después de que yo lo hago, me sacas una sonrisa en el alma.
Gracias porque en este año y medio me has enseñado, sin saberlo, tantas cosas. He podido comprender mucho de mi historia, y también de la de mis viejos, y de la de los viejos de mis viejos.
Porque me has enseñado que hay marcas que se llevan en la piel, y otras que se llevan en el corazón. Y todas se portan con amor, porque son parte de lo que somos, y de lo que podemos ser. Gracias por ser quién eres.
Hace año y medio, me sentía tan solo en esa habitación, tan lejos de mi hogar…
Pero con tu llegada, también aparecieron tantos compañeros y compañeras de camino que, a pesar de la distancia, me recordaron de dónde vengo.
Y fue gracias a la solidaridad y compañía espiritual de nuestra familia y la de los amigos (esos que se convierten en familia), que pudimos sostenernos.
Dios nos los mandó como ángeles, a ellos, que hoy siguen en este mundo, pero también a tantos ancestros, esos que te visitaban y cuidaban en ese cuarto de hospital al que tu mami y yo no podíamos acceder. Pero ahí estaban ellos cuidándote, y se que aún te visitan de vez en cuando, haciendo notar su presencia protectora en tu vida, y en la mía.
Y así reaprendí una de las verdades sólidas de mi vida, Dios es fiel, y Su Misericordia se muestra en tantos y tantos ángeles que acompañan nuestro caminar.
Quiero que encuentres tu propio camino, y prometo estar aquí acompañándote siempre, caminando de tu mano, porque ahora se que ese es mi camino, mi llamado, mi vocación. Porque al encontrarte, me encontré.

Comentarios