Bendita tierra de piel morena
- Mauricio J. Navarro-Bulgarelli
- 30 sept 2022
- 5 Min. de lectura
30 setiembre, 2022
Durante mi primer año viviendo en Europa, me pasó una anécdota muy graciosa. Estaba almorzando en casa de una familia Ítalo-española, y una de las hijas me pregunta:
— ¿En tu país, todos tienen la piel morena, así como tú?
— ¡Ah caray, que curioso! —le respondí, citando a don Abel Pacheco—, y yo que creí que era de piel blanca.
— ¡Pues no hombre!, —respondió rápidamente la madre, como para salvar la tanda—, es que tienes la piel tostada, así como uno que pasa todo el día bajo el sol…
— ¡Y bajo la lluvia! —me salió la respuesta automáticamente, sabiendo como buen tico que en nuestra tierra llueve casi todo el año.
Y bueno, todo terminó en risas. Aquello que en ese momento me dio tanta gracia, luego me hizo recordar la tarea que, en mis tiempos de colegial, otro europeo nos puso a hacer. Les estoy hablando de mi profe de inglés, Leo Van Schie, el famoso actor holandés que hace de gringo en la serie de la Media Docena. Él nos asignó como tarea averiguar el significado de nuestro nombre. “De piel morena” significa mi primer nombre. A mis doce años, la verdad, aquello no significó casi nada para mí. Pero hoy, más de dos décadas y media después, esta tarea agarra un nuevo significado en mi vida.
Y es que al vivir en un país en donde te llaman extranjero, sin duda aprendes a ver la tierra en la que naciste de una manera totalmente nueva. Me siento como uno de “los que en este momento añoran su patria por estar muy lejos, los que luchan buscando vivir en un mundo de paz y alegría” (como canta el grupo Marfil).
Y sí, mi tierra es de piel morena. Hoy lo creo más que nunca. Es bonito saber que en mi Latinoamérica convivimos desde siempre negros, blancos, mulatos, chinos, aborígenes, afrodescendientes, “gringos”, “rusos”… y todos juntos formamos “una raza de colores diferentes, que se funden para hacerse transparente” (canción Represento, del grupo Marfil).
En este mes de la patria que recién termina, la bella canción de Marfil suena nostálgica en mi corazón: “represento… sabor tropical, olor a mar, arena y sol, al Caribe tierra de sol, a los que llevan la música por dentro, al sabor y al movimiento”. Voy “siguiendo la luna” (Fabulosos Cadillacs), con mis “pies descalzos y sueños blancos” (Shakira) por esta “Tierra del Olvido” (Carlos Vives), en “este Malpaís, que es Paraíso, donde se enciende el mar, como una hoguera… donde el camino es corto y es eterno, entre nubes de sal, y cordillera” (Malpaís). Una cordillera adonde “se vive la libertad, se siente la libertad, te envuelve la magia del lugar” (Enanitos Verdes). Cuanto extraño en este mes a mi Latinoamérica, tierra verde de volcanes, selvas y llanuras.
Y es que vengo de esa “bendita tierra que abrazó mi corazón, sentado en tus orillas, el viento me arrulló, corrí en tus campos y tu suelo me besó” (José Cañas).
Y ¿Cómo no va a ser bendita esta tierra, adonde nos “pintamos la cara, color esperanza”, como nos invita Diego Torres?
¿Cómo no va a ser bendita mi tierra que nos regaló a una Rigoberta Menchú, que con su premio Nobel de la Paz, representa a esas mujeres, a esa cultura maya, a esas hijas de la Madre Tierra que luchan por la paz, por los derechos humanos, por la historia, por las injusticias?
¿Cómo no va a ser bendita esta tierra, si nos regaló a un Monseñor Oscar A. Romero, que valientemente fue la voz de los sin voz, encarnando con su vida los verdaderos valores del evangelio, llegando al punto del martirio por su pueblo y por su gente?
¿Cómo no va a ser bendita mi tierra, si Costa Rica nos demuestra desde hace más de 70 años que se puede vivir en una democracia plena, sin la necesidad de tener un ejército, y viviendo las jornadas electorales como verdaderas fiestas, con música, alegría y hasta con dos banderas de diferentes partidos políticos que se pueden unir al son de una bocina en un mismo automóvil?
¿Cómo no va a ser bendita esta tierra, si todos sus grandes santuarios Marianos, desde la Virgen de Guadalupe (que encarna en su piel india la interculturalidad), pasando por la Negrita de Los Ángeles, y llegando hasta Nuestra Señora de Aparecida, todas nos hablan de unión entre los pueblos, de vivir en paz a los pies de la misma Madre?
Lo que trato de decir es que Latinoamérica puede ser ejemplo de convivencia pacífica, de interculturalidad, de fraternidad y sororidad bajo la misma Madre Tierra, que nos abraza y a la que todos y todas cuidamos.
Lo que trato de hacer es resignificar a mi segundo nombre, que en aquella tarea del colegio averigüé que significa “casa nueva”. Pues eso es lo que deseo para mi bendita tierra Latinoamericana, que sea una verdadera “casa nueva” para mis hijos, y para los suyos también.
Comparto el sueño de Emma Gamboa, y junto con ella creo en la educación que forma en la comprensión humana, la convivencia creadora y el sentido de justicia que persigue la liberación humana, tanto material como espiritual.
También creo en el ideal de Alfredo Gonzales Flores, “que el rico debe pagar como rico y el pobre como pobre.”
Y claro que tengo miedo del porvenir de mi América Latina. Pero recuerdo la enseñanza de nuestro héroe continental: "El heroísmo no consiste en carecer de miedo, sino en superarlo. El Chapulín Colorado se muere de miedo, porque es torpe, tonto, débil, pero aún consciente de esas deficiencias enfrenta el problema. Ese es un héroe. Y además pierde. Esa es otra característica de los héroes, que pierden. Luego sus ideas triunfan en el tiempo, pero los héroes... ¿cuántos (héroes) fusilados conocemos?" (Chespirito)
No me malinterpreten, no deseo más fusiles en mi América Latina. El mío es un canto de paz, un canto de desarme. Lo digo como hijo de un país como Costa Rica, en donde los niños y niñas no visten de militares en sus carnavales, ni juegan con juguetes bélicos en sus calles, sino que desfilan con uniforme escolar en sus fiestas patrias. Se que somos un pequeño pedazo de tierra, pero ¿no podríamos ser ejemplo para imitar en otras latitudes del mundo?
No soy ingenuo, sé que mis versos muchas veces huelen a ilusión, que, si bien a veces asoman un poco de verdad, también esconden mucho de utopía. En ellos intentó hablar de la bendita tierra latinoamericana, la que sueño, la que extraño y la que anhelo, todo a la vez…
Creo que esa bendita tierra de piel morena es lo que somos, y lo que podemos ser, porque lo hemos sido, porque nunca lo dejamos de ser.
Pero, aún más, creo que todos y todas somos ciudadanos del mundo. Creo que la tierra es de todos y todas, y a la vez no es de nadie. “La tierra no nos pertenece, somos nosotros quienes pertenecemos a ella”, como diría Evo Morales.
Lo mío es una utopía, lo sé. Pero “Para eso sirven las utopías, para caminar”, como nos explicó el maestro Eduardo Galeano.
Y mientras avanzamos hacia ese horizonte, sigamos compartiendo el anhelo de Juan Luis Guerra: “ojalá que llueva café en el campo”.

Opmerkingen